EL DEL MEDIO DE LOS PANERO [Las apariciones apócrifas de Leopoldo María Panero]

lunes, 26 de enero de 2015

Invento chistes para hacerme reír a mí mismo.

CORDÓPOLIS, 2012, Imagen de archivo
En los tiempos del rigor y el análisis meterse en el berenjenal de las ocurrencias tiene su aquel. Afrontar un nuevo paisaje de la figura de Leopoldo María Panero es penetrar en un atolladero del que uno no sabe muy bien cómo va a salir, tampoco es que me importe demasiado. Escribes con el único propósito de ser fiel a ti mismo y volver a habitar tu pequeño lugar de libertad absoluta, donde uno es su único defensor. En cualquier caso, volver a redundar en lo dicho sobre el poeta está fuera de mi alcance, cada uno posee unas limitaciones y yo tengo las mías; tampoco es que se pueda decir mucho más de lo ya dicho y escrito, no sé si en este país hay otra figura literaria y contemporánea de la que se haya trazado tanto y tan fielmente su vida y obra. De él abundan las tesis, los análisis, las biografías, las antologías, los documentales, y un largo etcétera más de propósitos y despropósitos. Por lo tanto, qué otra perspectiva podría aportar yo. 

A mí, por la deriva, me ha interesado buscar la benevolencia del sentido del humor para enfocar "Las apariciones apócrifas de Leopoldo María Panero"; claro, que el humor visto desde una perspectiva nada convencional en literatura, ultrajando el buen gusto y haciendo de la comicidad un insoportable trapo usado; que aunque no deja de ser un reto, y siempre te quedará la duda de cómo abordó al receptor tu propuesta, la importancia verdadera reside, para mí, en un ejercicio de cierta empatía con tu personaje, serle lo más fiel posible. Lo demás puede que sea o no secundario, pero no me preocupa tanto.

Posteriormente uno se reafirma en lo escrito cuando descubre en la realidad piel de su personaje que ese contexto de lo impertinente e incluso lo soez, es un ecosistema por el que este animal de la literatura española caminaba autónomo y libre, quizá como último reducto de libertad; quizá fuese esa [su] espontaneidad, la única licencia tolerable al enfermo mental, y a mi juicio, ese algo identitario que nadie fue capaz de conducir o gobernar nunca. Esa literalidad que, quizá por ser una expresión natural, fue difícil y compleja de ficcionar.


Finalmente, por si me quedaba alguna duda, sería uno de sus poemas el que alejara estos pocos interrogantes y  todo fuese más simple: Invento chistes para hacerme reír a mí mismo. Es lo que dice un verso en  uno de sus poemas, y, qué queréis que os diga, particularmente me parece de puta madre.

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