EL DEL MEDIO DE LOS PANERO [Las apariciones apócrifas de Leopoldo María Panero]

viernes, 23 de enero de 2015

... ya sé de sobra que soy la cúspide de la alucinación.

«Unos lo consideran el poeta más grande de las últimas décadas; otros creen que es más personaje que autor. No se sabe dónde termina la ficción y dónde empieza la realidad, seguramente porque están solapadas. “Tan pronto estoy loco como estoy cuerdo”; “En definitiva ser loco o no ser loco es tener o no tener amigos”; “Sólo soy a ratos”; “Yo seré un monstruo, pero no estoy loco”. Leopoldo María se propuso ser un poeta maldito, el último de la historia, ejerciendo full time, como si se tratase de una profesión liberal cualquiera, y tuvo que apechugar con las consiguientes incomodidades o arideces: volverse loco, ir de manicomio en manicomio (recorriéndose toda la Península, hasta acabar en las islas Canarias), sufrir los estragos de la medicación, dejarse violar por otros enfermos por un paquete de tabaco, etc. Lo que se dice una vida bastante perra. Cuando se queja de que sus hermanos no van nunca a verle al psiquiátrico, conmueve realmente. Contagia la pena. “A Michi le quiero un poco, y a Juan Luis también le quiero un poco, pero en fin… Seis años sin que vengan por lo menos un día a traerme chocolatinas… Eso no se comprende, joé…”. Si a alguien le queda la duda de si está loco o se lo hace, basta con escuchar su risa para confirmar que sí, que está como una regadera. »

Leopoldo María Panero (Fotograma de "El Desencanto", 1976
En el imaginario de “EL DEL MEDIO DE LOS PANERO” habría de construir unos acontecimientos ficticios, al margen del sentir que en realidad me produce Leopoldo María Panero, lo cierto es que no tardo en empatizar con mi personaje, que aún siendo producto del invento, no se aleja casi nada de la verdad, su verdad, que acompañaba al Panero de carne y hueso, me cae bien y termino defendiéndolo; no obstante, no habría de permitirme más juicios de valor. 

Si bien quise  navegar entre la fantasía y la vida, todo sucede dentro de un espacio concreto y dentro de unos límites temporales precisos, es decir, lo que abarcaría casi que su primer año a las afueras de aquí, en la otra dimensión, en un nuevo limbo. Allá donde no se es, pero que sin embargo es el lugar, sin tiempo, donde suceden los hechos.

Es un nadie  que posiblemente haya hecho la mejor poesía que se ha escrito en este país, que vive y actúa, en un principio de modo voluntario, pero forzoso e irremediablemente con el paso del tiempo, fuera de las normas sociales comúnmente admitidas por la comunidad. Entiendo entonces que es casi imposible inventar otro diferente, para que sea creíble. 

Han sido muchos los que han pincelado y bosquejado su historia; la han extendido 
hasta límites insospechados, haciéndola más maldita de lo que en un principio pudiera parecer, por marketing o por idealización, no lo sé, pero lo cierto es que unos y otros han acertado en lo más evidente, en la fragilidad del ser humano y en la excentricidad del personaje. Supongo que Leopoldo María era así, sin términos medios.


Consulté unas cuantas semblanzas y caracterizaciones sobre su persona, aunque las descarté todas, porque era más que evidente fijarse en él y en su realidad que volver a redundar en lo ya dicho. No obstante, algunos textos me parecieron tan interesantísimos que no me resisto a compartirlos, como este de Ernesto Baltar en su articulo “Los Panero, un fin de raza literario”, para la revista digital Jot Down (Mayo.2012).

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