EL DEL MEDIO DE LOS PANERO [Las apariciones apócrifas de Leopoldo María Panero]

martes, 20 de enero de 2015

La sonoridad de mi voz está en mis narices…

 Imágen creada con VOICE DRAW: herramienta Flash
 para dibujar con tu voz
.
 Los trazos van cambiando de dirección
dependiendo del volumen del sonido
 que el micrófono capte.

“Una de las características físicas más pronunciadas de Panero es su voz. Voz áspera que parece brotar de un pecho de caverna prehistórica, letanía a menudo ininteligible que somete al receptor a un estado de continuo estrés auditivo. Las citas con las que salpica continuamente su discurso suele recitarlas en el idioma original -francés, italiano o inglés- convirtiendo su mensaje en una textura discursiva de carácter babélico.”

De las cosas que me han resultado más dificultosas a la hora de concebir este compendio de “apariciones apócrifas” ha sido el imaginar cómo sería la voz que me interpela en los sucesivos diálogos. Qué sonido produciría el ya ficcionado Panero, ese algo impalpable que habría de intercambiar pensamientos y emociones, aleatoriamente, a salto de mata y siempre según le viniese en gana, conmigo. 

A menudo me llegaba el conflicto a la hora de decidir si poner en situación o no al lector, ponerle en ambiente o marcarle algunas pautas para la comprensión de cada texto. Desarrollar un inicio, proponerle algunas razones para emplazarlo a un desenlace final. Que me perdonen los futuros lectores, si es que hay algo que perdonar. Pero la exposición de textos habría de ser más sencilla, más visual; algo que aportase una clarividencia que se acercarse lo más posible a mi experiencia nocturna con aquel ente, que llegase casi a lo ininteligible favoreciendo el factor de espontaneidad,  transmitiendo la mayoría de las veces una información imprecisa, de manera que se llegara a concluir: esto ha de ser así porque el que habla y comunica es un personaje inexistente. 

Aunque en las conversaciones hay cierta disimilitud entre el emisor, que expone el mensaje, que aportará toda la naturalidad y franqueza que le es posible, y el receptor, que solo se limita, con alguna excepción, a asentir, el juego está en el diálogo, lo único irremplazable y necesario para que en —Las apariciones apócrifas de Leopoldo María Panero— y a través de su exposición habrían de hacer, por sí solas, creíble aquella voz, como si se tratase de algo verdaderamente irreal.

Si que es verdad que, en esa figuración, y al margen de los mensajes, cada lector va a percibir sonidos diferentes, bien diferentes a los que yo creo intuir; siempre bastantes cercanos a lo que nos pueda retrotraer la memoria, bien porque previamente oímos alguna vez al Leopoldo María real, en los múltiples archivos sonoros y audiovisuales que podemos encontrar en la red, o, simplemente, porque alguna vez se tuvo la posibilidad de intercambiar con él unas palabras. En cualquier caso, si habría de describir su voz, no podría hacerlo mejor que lo hizo Blanca Fernández en sus anotaciones, en el artículo Leopoldo María Panero: “…Y yo era feliz, y no estaba muerto” para la Revista Fábula, Nª23, junio 2007:



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